A veces mi corazón es un pájaro enjaulado en sus propias plumas, con esa necesidad de volar y no volver, de ser libre de una vez por todas. A veces pienso que yo misma soy un pájaro a quien han cortado las alas quienes le han dejado al borde de la carretera más concurrida, pero a quien siempre le brotan unas alas nuevas que no quiere dejarse atar.
En esos instantes me dan ganas de volar lejos y no volver más; de ser lo feliz que le prometí a mi ángel que sería. Supongo que el acercarme al cielo con mis propias alas, a ver si rozo unos instantes su suave piel o sus rizos negros, es algo que me hace querer llover como las nubes que pueblan a veces el cielo de ahí arriba.
Las tiritas de mi corazón se despegan a ratos, y sólo yo (por ahora) sé ponérmelas bien otra vez. Es de suponer que sólo hay una cosa en el mundo que me curaría por completo... Y es imposible conseguirla.
Y eso que yo no creo en imposibles.
Podría acabar esto aquí, y de hecho, voy a hacerlo, pero simplemente para firmar con un sencillo 'te quiero' en el final de un folio de una carta que nunca llegué ni llegaré a enviar; no es por cobardía, sólo por algo de amor propio. O eso me gusta creer.
Un beso de buenas noches para ti, mi ángel.
0 comentarios:
Publicar un comentario