sábado, 21 de septiembre de 2013

El chico del teatro

Hay un chico en mi instituto que tiene algo en el fondo de sus ojos marrones. Ese algo es Tristeza, y no por falta de sonrisas lo he visto; en las fotos parece uno más, pero me basta una mirada para saber que hay algo en lo recóndito de su alma que no le deja dormir. Tal vez sean mis ganas de inventar historias para cada persona a la que sonrío, pero no soy el único alma triste en ese lugar de vallas altas, blancas, miradas de desprecio y malos ratos, a la par que buenos días y razones para sonreír.

No importa su nombre ni cómo sea; hubo un tiempo en que su voz resonaba en mis oídos mientras recitaba un papel bien aprendido durante los ensayos de El Mercader de Venecia... Sin embargo, hace tiempo que no escucho su voz grave ni sus gestos teatreros, y me muerdo el labio pensando...

Pensando...

En qué rondará por su cabeza por las noches. Qué lágrimas habrán derramado esos ojos marrones, y qué nombre susurrarán sus labios en la Soledad nocturna.
Porque en algún momento todos nos hemos sentido solos.
Y yo, escritora (o eso me gusta creer) sólo quiero contaros una historia que ya sabéis,
sobre personas que ya conocéis,
o creéis conocer.

¿Cuántos pueden ver la Tristeza en los ojos de ese chico de orbes marrones?

3 comentarios:

  1. Yo solía ser ese chico de ojos tristes... pero sabes qué? era algo que iba mucho más allá. Era completamente un angel oscuro que daba miedo a todo aquel que se me acercaba demasiado... salvo a aquellos que tenían los suficientes problemas como para poder tener algo de oscuridad, afín a la mía.
    Con el tiempo mi muy querida señora terminó por limpiarme por dentro y todo se fue dejando, alejando. Más adentro.
    Y aún lo tengo aquí, le siento palpitar, y él sabe que nos necesitamos.
    Ese chico es un encanto de persona, o no lo será si alguien no le deja aflorar

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    Respuestas
    1. Supongo que es la magia de todas las personas tristes, ¿No es así?
      Estoy segura de que lo es. Ojalá pudiese haber hablado más con él...
      Quizás todavía esté a tiempo.

      Gracias por leerme, León.

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    2. De nada, pero no soy nadie como para que me des las gracias :)

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