viernes, 30 de agosto de 2013

Versos en su espalda.

Tinta azul y me falta inexplicablemente su piel. Suena egoísta e incluso egocéntrico el pensar que mis versos sólo debieran tener cabida sobre la blancura viva de su espalda; que sus ojos debieran verse en el reflejo de los míos en los instantes previos a besarnos. Qué decir que entre lectura y lectura pienso en ella con mirada perdida (o prendida de alguna imagen de mis recuerdos) mientras dibujo palabras con un sencillo bolígrafo.

En otros tiempos quizás me hubiera planteado el que me fuese indiferente escribir sobre su piel o sobre este mediocre papel lleno de cuadraditos para no torcerse, cuando, hablando de forma clara, yo ya estoy torcida a ojos del mundo, irremediablemente huída a un lugar inaccesible para el resto de personas, a no ser que sean escritores, poetas, músicos, Artistas

Ella es más que eso; es una Musa que siempre ha sido Poetisa, y eso, de una forma u otra, tiene que ser especial; especial de esa manera en la que sólo ella es capaz de hacerme escribir textos y más textos dándole vueltas a su nombre. ¡Hasta mi pluma me ha preguntado que qué tipo de Magia ha ejercido sobre mí! 

Sólo quiero escribir con tinta azul sobre su piel, pintar con mis Faber-Castell sobre su espalda y dibujar con mis besos la cura a las heridas de su mirada rota.



Inspiración, la llaman.

La brisa me saluda por las mañanas, silenciosa a la vez que ruidosa, cual antítesis en una obra de poesía. Hace frío, y se nota a la par que entra por la ventana. En ese momento me planteo si debo cerrarla o dejarla abierta, si dejo que me invada o la echo fuera. Me decido por la segunda opción en un intento de valentía que consiste en sacar los pies de mi cálida cama, pisar el frío suelo y caminar, de puntillas, hasta la ventana y cerrarla con un golpe fuerte, cómo no, pillando la cortina, teniendo que abrirla de nuevo y cerrarla más cuidadosamente.

Sin embargo, esa brisa no viene siempre y no todas las veces me susurra lo que hoy me ha susurrado al oído. "Escribe", me ha dicho. Con esa convicción a la que es imposible negarse, porque los escritores y las escritores, los Artistas, sabemos que se llama Inspiración y que, aunque muchas veces tenga que encontrarte trabajando, otro día te viene a buscar de forma gratuita –como ese amigo del que no sabes nunca nada y te llama de imprevisto– y te anima a hacer Arte.

Supongo que por eso estoy aquí, silenciosamente encerrada en mi habitáculo, ese que pocas veces está a oscuras para no abrirle la puerta a mis Miedos y sacar a Oscuridad. Sí, ese cuarto de mi casa con la pared pintada del mismo azul que el cielo en Verano o Primavera... Por esa razón, por la imprevista visita de Inspiración estoy escribiendo.

Pocos podrán entender la sensación de estar creando cuando realmente crees en ti y crees en lo que estás haciendo. Y es que hace poco yo no creía en mi pero me esforzaba en seguir escribiendo, pues sabía que tarde o temprano llegaría este día; el día en el que ser Escritora (y esa mayúscula, que va a juego con mi reciente Ego, es intencionada) fuese más que un simple sueño para pasar a ser mi realidad.

Esta vez, nada ni nadie podrá vencerme; tengo pluma en mano, tinta en sangre y el folio como aliado. Tiembla, mundo.
miércoles, 28 de agosto de 2013



"–Estoy triste..."

– Estoy triste. – Susurró ella.
¿Por qué? – Le respondieron las voces en su cabeza.
– No lo sé. Pero mírala. – Contestó, señalando a la chica del espejo, la de las ojeras casi violáceas y la sonrisa fingida. 
Lo único que le pasa a esa chica es que la prometieron mucho y cumplieron poco. Nada que no se arregle con un beso, o un verso. – Respondió una de esas voces, sabia.



Todo se solucionaba con un par de lágrimas derramadas silenciosamente, de esas lágrimas que eran incluso hermosas en su silenciosa forma de deslizarse por las curtidas mejillas de ella. Después volvía a sonreír, ¡Y qué sonrisa! Decían que había levantado ciudades con ese sencillo y fácil gesto.

Posiblemente fuese una de las ruinas más bonitas del mundo. Hasta Roma se quitaba el sombrero ante ella, así era. La dulzura de una de sus miradas no podía compararse con ninguno de los dulces que pudiesen hacer ni en las más elaboradas fábricas de repostería. 

Era, en su forma más bella, un pequeño Caos.
martes, 27 de agosto de 2013



La llevaría a Madrid.

En un título de entrada quedan resumidas mis humildes intenciones; llevar a mi Musa a Madrid. Caminar junto a ella, agarradas de la mano, como amantes que no se esconden, como palomas blancas, que no de esas tan habituales, volando por fin. Me gustaría buscar con ella un bar de estilo de los 70, o los 80, con aspecto a antiguo, donde tomarnos un café por la mañana compartiendo versos después de una noche agitada.

Podríamos aprovechar el fresco matutino de las calles de Madrid para, ociosas ese día, visitar el Rastro y buscar, después, alguna exposición de pintura o fotografía donde deleitarnos con Arte... Para, a continuación, sentarnos en el casi siempre lleno Retiro, sobre el césped y con vistas al lago, a deleitarnos con nuestros labios y, quizás, unos de esos bocadillos de jamón serrano que siempre se te antojan pequeños.

No podría evitar escribirle –un poquito– sobre la piel. Y hacer inmortal ese instante con mi cámara, aunque a ella no le guste que la fotografíen. ¿La tarde? La tarde se pasaría incluso demasiado rápido, perdiéndonos por las calles de mi amada ciudad, para después acabar en algún apartamento alejado, o tal vez céntrico, llenando nuestras pieles de besos y mordiscos.

Al fin y al cabo, sólo es tiempo el que hay que esperar.
lunes, 26 de agosto de 2013



Ese cuaderno.

Es ese cuaderno. No vale uno cualquiera porque no todos son iguales. Los Artistas lo entenderán, ¡No es lo mismo! Tiene que haber uno que te llame. A mi hubo uno que me llamaba a gritos, ese cuaderno de tonalidades marrones cuya portada era la obra cumbre de Leonardo Da Vinci, el nombre del cual también estaba plasmado en letras grandes y cursivas en la tapa.

Era (y es) uno de esos cuadernos que nada más abrirlo sabes que tiene que ser para ti. Nada más rozarlo. Porque a mi me gritaba ‘escríbeme, escríbeme’ y yo no pude decir que no. Lo llené de viejos escritos, pero se acabó, y durante un tiempo escribí en folios en blanco.

Tal vez sólo era un periodo de transición, como quien se toma un tiempo entre una pareja y otra relación nueva y distinta. No puedo evitarlo. Voy a manchar esas páginas de mi sangre y sé que no puedo ir a la papelería y pedir el mismo cuaderno que pediría si fuese a hacer ejercicios de matemáticas en él.

Porque seamos sinceros, los ejercicios de matemáticas, por mucho que disfrutes haciéndolos, si no son tu vocación, no te llaman como me llaman a mi los versos tristes, mi poesía muerta y mi prosa joven. Y es que todavía me queda tanto por mejorar, tanto por avanzar, ¡Tanto por vivir! Que no buscar ese cuaderno ya, para dar un buen empujón a mi pluma, que hace mucho que no roza el papel de una libreta, parece casi un delito.


Estoy dispuesta a buscarla, y es posible que Madrid sea un buen lugar para empezar, ¿No crees?
domingo, 25 de agosto de 2013



Escenas de parque.

La escena se repite una y otra vez de forma lenta y sinuosa por mi mente; no estoy segura de si sería capaz de relatarla de forma escrita mañana, con el mismo detalle y las mismas imágenes, con la sensación todavía sobre mis labios y mi piel. Podéis llamarme soñadora, pero posiblemente perseguir un sueño no se me haya dado tan mal esta tarde...

Ella estaba riendo a la vez que él, y en algún momento terminó sentada sobre él. El cómo y el por qué no son realmente relevantes. Y entonces él se acercó y ella contuvo su respiración.

Esta vez no son palabras en mi pantalla sino labios sobre los míos. Y suena estúpido viniendo de mí, que siempre me he sentido más segura con las palabras escritas que en ese mundo que se mueve fuera de mi ventana, por donde entra el frío por las noches y los gritos de los niños en otoño, esa ventana que me tienta cuando estudio durante el invierno y la primavera, que a veces desea que me asome con otras intenciones que las de saber qué tal tiempo hace.

No me importa el cuánto y el cómo porque siempre que me han preocupado se ha quedado en poco y triste, y yo, alma cándida, estoy cansada de la Tristeza que tiende a embargar mi alma.

Ahora me recreo en jóvenes recuerdos, de una simple y sencilla tarde, de un cuerpo sobre el otro, de su olor desprendido sobre mi camiseta, la cual no me atrevo a quitarme, y un aliento distinto al mío sobre mi piel, sobre mi cuello. 



sábado, 24 de agosto de 2013



Dejad que los niños vuelvan a los parques...

¿Os habéis dado cuenta de cuán tristes nos miran los viejos juguetes tras esas cárceles que son los escaparates? No, no hablo de escaparates de tiendas llenas de modernos cachivaches que no dejan de moverse, de brillar e iluminar pantallas. La triste mirada de los osos de peluche de toda la vida, de los cochecitos que iban con cuerda, de las piezas de madera y los puzzles gigantes que tardabas horas (¡O días!) en resolver.

Están tristes también los parques, desanimados, porque ya los críos no juegan en sus toboganes ni se balancean en sus columpios; ya no corretean por la arena en un eterno pilla-pilla que termina frente a la fuente central, salpicándose los unos a los otros entre risas. ¡Ya no hay escondites jugados en las casas flotantes! ¿Dónde quedaron los valientes que bajaban por la barra de bomberos?¿Y las discusiones sobre quién empujaba y quién se columpiaba?

Todavía me pregunto qué ha pasado con la infancia, por qué los niños de ahora van conectados a un smartphone en vez de a un montón de cromos o de cartas de Pokémon; por qué suben fotos provocativas a redes sociales en vez de pasar las tardes con los amigos en el parque o jugando a algún juego conjunto o haciendo estructuras cada vez más grandes con Lego. 

Creo que lo que realmente ando preguntándome es qué ha pasado con nuestra imaginación, personalidad y sueños.

¿En qué nos hemos convertido?

O...

¿En qué los hemos convertido?
viernes, 23 de agosto de 2013



"Supongo..."

Hace días que no sé de ti. Desde el martes, por la noche, para ser más exactos. Sé que no debiera dolerme y, de hecho, hasta ahora no me había dolido. Es que, de hecho, no debería estar enamorada de ti, porque yo soy una escritora y tú no eres mi personaje, que son los únicos de los que debiera poder enamorarme... 

Supongo que sigo esperando demasiado de ti, y tú y yo sabemos que necesitamos tiempo, pero a veces mi subconsciente me juega malas pasadas – como hoy – y te cuela en mis sueños con tu sonrisa ladeada y esos ojos tan tuyos; días como hoy me toca luchar contra mi alter ego, contra mi otro yo... Contra mí misma no puedo usar la espada que me protege de los monstruos, ni siquiera mi arco nuevo, ese que reposa a mi lado entre mis sábanas durante mis largas tardes de arte.

A veces querría esconderme, con lágrimas en los ojos, entre las sábanas, buscando unos brazos que me estrechen con fuerza, un pecho donde cobijarme y esperar a que pase la tormenta... Pero no creo que eso pase, al menos no en mucho tiempo, y sólo me queda esperar a que esto deje de doler aquí dentro, pase a escocer y cicatrice, y no permitir que vuelva a sangrar.

“You cut me open and I keep bleeding love”
jueves, 22 de agosto de 2013



A todos mis lectores.

No sé si sabré explicar esto, pero voy a intentarlo, con los dedos temblando de la emoción y una sonrisa de esas que sólo tienes cuando todo sale bien. Y es que mis sueños (de pronto) se han empezado a cumplir uno tras otro. En unas cuantas horas, he publicado mi primer libro en Amazon, he grabado mi primer vídeo poético para Youtube, he recibido muchísimas entradas a mi blog y he impulsado mi página web. Esta no va a ser una entrada corriente, porque lo que quiero hacer es daros las gracias, a todos y cada uno de vosotros, que hacéis posible esto. Por favor, no dejéis nunca de soñar, que estoy segura de que seréis grandes personas el día de mañana (y el día de hoy).

Aquí os dejo los distintos links:


"La tristeza de jóvenes recuerdos", libro en Amazon, ¡Gratuito durante cuatro días! ¡Consíguelo ya!

"Innocence Studios", mi página web. Iré poniendo ahí todas las novedades, además, podéis visitar mi caja de retos, donde me he propuesto algunas metas para antes de que se acabe este 2013.

Aquí tenéis el vídeo poético, "De noches en vela...". ¡Espero que os guste y que lo disfrutéis! No olvidéis suscribiros al canal y darle 'me gusta' si os ha gustado.

Un gran beso para todos vosotros, y de nuevo, gracias por el apoyo.

Atentamente, 
vuestra Mery.


martes, 20 de agosto de 2013



Ella está en Madrid.

Ella está allí, musa desconocida o quizá más familiar de lo que pueda pensar. ¡Ay, lo que daría yo por estar a su lado esta noche! Entre sábanas, entre versos, en Madrid. ¿Cómo pueden juntarse dos maravillas tales en una sola? Madrid y ella, ella y Madrid. Parecerá que exagero, pero tantas rimas me vienen a los dedos que empiezo a manchar de tinta el teclado del ordenador de sólo pensarlas.

Pero no quiero escribirlos aquí, en mi ordenador. Son versos que escribirle en su blanca espalda, con tinta azul o negra, entre besos y caricias, entre otras cosas que escribir aquí considero algo prohibidas aunque yo no guste de imponerme tabúes a la hora de relatar.

Quiero escribirle tantas cosas a la vez que soy viajera de su cuerpo y aventurera por su piel; deseo contarle los lunares de la espalda y susurrarle cosas al oído. Abrazarla, después, de forma tierna antes de irme.

Ella está en Madrid, y yo tan lejos y a la vez tan cerca...
lunes, 19 de agosto de 2013



Historias de Madrid.

¿Cuántas veces he dicho ya lo mucho que me inspira Madrid? ¡Es imposible resistirse! Día que voy, día que escribo, parada en un banco, de pie junto a un semáforo, en el suelo... Simplemente es una ciudad de la que ando levemente enamorada, y esta vez os abriré las puertas (o las tapas) de mi pequeño cuaderno de viaje, donde están escritas los más profundos pensamientos de esta Nadie que se cree alguien en la multitud. 


Me he enamorado, en un instante (o por un instante) de una transeúnte desconocida de mirada atenta y cámara al cuello; de unas piernas blancas y andares aparentemente seguros de si mismos, de cabellos cortos (o no tan cortos) y rubios. Creo que me he enamorado de una chica cualquiera, de orígenes lejanos, que llevaba (¡Oh, qué extraño!) unas Converse moradas.

Siento la imperiosa necesidad de escribir, plena, rodeada de desconocidos que me hacen sentir, de alguna forma extraña, en casa... Y ahora sé lo que es amar una ciudad.

He visto pasar un ángel, y no era ni rubio ni de ojos azules; era un pobre mendigo desdentado de mirada rota que pedía cura para sus destrozadas alas con los ojos, oscuros, como su piel.

Me parece –y no me ha agradado en demasía el darme cuenta– que he perdido una servilleta donde constaba la fecha de ayer, de mi visita, y unos sencillos versos para no olvidar jamás el día. ¿Estará ese trozo de papel mediocre volando por allí, lo habrá encontrado alguien, lo habrán leído, o simplemente habrá acabado pisoteado, en alguna alcantarilla?
sábado, 17 de agosto de 2013



Sobre noches de chocolate.

Supongo que hay llamadas que pueden cambiar una noche, alejar toda oscuridad del pequeño punto de Luz que se crea a tu alrededor – o que eres, más bien – y brillar a tu lado de forma que hasta las estrellas envidien el fulgor emitido. Son conversaciones que deberían ser entre sábanas, la piel rozándose y los labios recorriendo centímetros y centímetros de cuerpo ajeno...

¿Qué es? Sí, es ese sentimiento del que hablo, ese que quiero describir, aunque tal vez una escena, unas palabras para que una imagen se forme en tu mente, sean más fáciles de escribir...

Es bajar a la cocina, en mitad de la noche más o menos, descalza y de puntillas, con una camiseta únicamente, despeinada y con ojos cansados, casi cerrados, pero el móvil pegado al oído, sin querer perderte ni un solo segundo de su voz al otro lado de esa línea... Pensando que ojalá pudieses estirar la mano y simplemente atravesar toda esa distancia y aparecer junto a ella, musa anónima y esquiva, musa de las que aparecen de repente pero no se van...
Abrir la tableta de chocolate, que por desgracia no está fría sino a temperatura ambiente, y tener que dejar el móvil unos segundos sobre la encimera, sin el temor de perderla, porque sabes que seguirá ahí, esperando, al otro lado, porque al fin y al cabo, al otro lado siempre hay alguien, hay letras, ¿Verdad? Y más si de poetas va el tema.

Son conversaciones que no quieren terminarse, que acaban en delirios susurrados, en poesía incompleta y confesiones nocturnas que ni la Luna, (¡Ay, si la Luna las oyese!) en estos lares, podía imaginarse.

Podemos decir que la noche es un buen momento para sonreír a solas, imaginando que, en algún momento, esas sonrisas serán contra sus labios, y no simplemente contra los kilómetros.

Por eso esta noche dormiré sonriendo.
viernes, 16 de agosto de 2013



Escritor se es a tiempo completo.

Podéis llamarme anticuada, pero sigo creyendo en que las poesías más bonitas fueron escritas en servilletas de un bar oculto en los suburbios de la ciudad o con el bolígrafo nunca conformista con lo que escribía, en una servilleta de un restaurante caro – posiblemente, en una de esas mesas ocultas entre sombras que nadie escoge, puesto que muchos prefieren el morbo de ser observados y otros tantos prefieren la luminosidad a esa leve penumbra... –.

Y ahí me veis a mi, a mi y a mis ojeras de las noches en vela, sonriendo mientras observo a la gente de mi alrededor, buscando a alguien en particular, a ese alguien a quien no puedes dejar escapar puesto que está esperando a que un escritor (o escritora, en mi caso) le haga inmortal.

La encontré, a la persona adecuada, me refiero. No era nadie del otro mundo, de hecho, se camuflaba perfectamente entre los demás; era una chica hermosa de forma sencilla, con su cabello cual cascada de agua cayendo sobre sus hombros, de ese color rubio oscuro que es imposible que me disguste, a pesar de no soportar el rubio, en general.

¿Qué podía hacer yo? El plato con el postre frente a mi y yo escribiendo, absorta, en una blanca servilleta de papel con mi característico bolígrafo Bic. Y es que escritor no se es cuando se quiere, escritor se es a tiempo completo.

martes, 13 de agosto de 2013



Amanecer.

Amanezco desnuda, con la piel tatuada por mis palabras, sin saber si tengo calor o frío, si estoy feliz o triste. Lo único que tengo realmente claro es que quedan muchas personas por hacer eternas, y yo estoy estancándome en un solo recuerdo, en un intento de aferrarme a él y hacerlo retornar cuando sé perfectamente que el pasado es pasado.

Comienza todo a suponer un problema cuando vivo triste y no vivo el presente, sino los recuerdos. Nada puede derrotarme del todo excepto yo misma, y estoy permitiendo que gane territorio mi yo triste... ¡Ahora es momento de decir que no!

No quiero más amaneceres tristes, más anocheceres dolorosos, no quiero sonreír sin ganas y tampoco deseo escribirle triste todos los días de mi semana. No, no cuando hay tantas musas, tantas personas buscando quien les haga eternas, tantas flores abriéndose paso entre la maleza, tantas estrellas que brillan a plena luz del día.

Quiero firmar el último capítulo de este libro de tapas negras y dejar un par de hojas al final para mis instantes de melancolía para apartarlo de mi un tiempo; quiero abrir un nuevo libro para escribir otras historias. 

Y que sepan los que leen, que quienes han estado entre mis líneas, han sido más que únicamente musas. Tan vulgar suena decir que les he querido, que prefiero decir que todavía queda Amor en mi corazón para todos ellos, un poco a pesar de todo, del dolor y las lágrimas.

Pero hoy empiezo el día con una sonrisa.
lunes, 12 de agosto de 2013



Lluvia.

Era una noche de tormenta, y ella abrió todas las ventanas para poder aspirar aquel olor característico que la lluvia crea al caer. El sonido de la lluvia se filtraba por su ventana, el suave airecillo, el olor a tierra mojada de jardines vecinos. Sin embargo, no tenía suficiente. 

Salió al porche, vestida únicamente con una camiseta y la ropa interior, y se despojó de la primera, dejando su cuerpo prácticamente desnudo. Y así, descalza, comenzó a caminar hasta quedar al aire libre completamente, permitiendo que la lluvia mojase su piel y su cabello, rizado.

En ese momento, cuando cerró los ojos y alzó su rostro hacia el cielo, sintió durante apenas unos instantes una extraña plenitud que llevaba algún tiempo sin experimentar. Abrió los brazos como si fuese un ave a punto de levantar el vuelo, dejó que la brisa y la lluvia la rodeasen por completo, comenzó a moverse, de forma rítmica, calmada.

En ese momento no le asustaban los truenos, las nubes grises, tan oscuras, ni los relámpagos que a ratos cruzaban la escena iluminándola de forma rápida. Los Miedos se habían asustado del agua y se habían vuelto casi transparentes, porque ella sabía que no iban a desaparecer. Se sintió una niña de la lluvia, o, más bien, se sintió Lluvia. 


Y aquí estoy, escribiendo, la piel todavía húmeda, una leve, casi imperceptible sonrisa, la ventana abierta y la lluvia sonando desde fuera de mi ventana. 

Esta noche, no tengo Miedo.



De batallas perdidas, preludio.

Me preguntan que qué me pasa, y cómo les explico yo que lo único que me pasa son tus malditos ojos verdes todo el rato cruzando mi mente. Vuelvo a estar triste y se me nota en demasía, pero ya no hago siquiera esfuerzos por evitar que lo vean, porque todo se arregla con un 'nada, es que no he dormido bien'. No echo las culpas a los demás porque la que se oculta tras velos de mentiras (o verdades contadas a medias) soy yo...

Ya no es el hambre o el no dormir lo que me preocupa, puesto que esas son consideradas por los demás necesidades primarias y para mi, sinceramente, más bien secundarias. Lo que necesito es escribir, sentirme viva (de alguna forma) y verte sonreír. ¿Eres consciente de lo que hace tu sonrisa?

Me tiro el día con la música puesta en aleatorio, saltándome las canciones por ser demasiado tristes o por ser demasiado alegres, y muchas de ellas porque no me recuerdan a ti en ningún sentido, ¡Pero si luego me salto también las que me recuerdan a ti! 

A veces me planteo que tal vez no sé lo que quiero, pero otras veces creo que tengo muy claro que lo que quiero es lo que no puedo tener.

Y nada duele tanto como saber que la batalla en la que sigues luchando está completamente perdida.
domingo, 11 de agosto de 2013



Saqué a la Cibeles a bailar un vals.

Las calles de Madrid, tanto con el frío de Enero como con el calor agobiante de un Agosto español, siguen siendo una maravilla que admirar cada vez que piso esa ciudad. Ni de lejos me encandilarán otras ciudades de España (excepto, quizá, Donostia) tanto como Madrid. Es sentirse en casa, sentirse una extraña en calles que ni conoces ni no conoces. Es curioso saber que te sabes los nombres de todos esos lugares pero no sabes cómo moverte en ellos. Quieres subirte a todos los autobuses, quieres entrar en todos los edificios y patearte todas las calles. Quieres ser libre y alguien, o simplemente, ser esa Nadie que observa con ojos de niña pequeña los leones del Congreso o la majestuosa plaza de Neptuno. 

Quiero ponerme los cascos de música y poner rap a todo volumen, mientras camino por ese asfalto que es tan mío como tuyo. Una cámara, ni buena ni mala, capturando esos momentos que no se repetirán nunca más, porque cada momento es irrepetible. Un cuaderno pequeño en el bolso, para sentarse en el suelo en cualquier rincón, y escribir versos sobre esa chica hermosa que está sentada con mirada triste en un banco del Retiro.

Pasear por los pasillos del Prado una y otra vez, el Arte fluyendo por las venas de todos los que observan sus obras. ¿Hay alguien que sepa todo de todos los cuadros, de todas las esculturas? Podrías pasarte días y días observando y no llegar a conocer todos los detalles de todo eso. Quiero sentarme frente al cuadro de los fusilamientos del 2 de Mayo y observar los detalles, las miradas, las armas alzadas y los contrastes de luces mientras relleno folios y folios con ideas infinitas.

Ojalá pudiese ir al Teatro Real y sentarme en una de sus butacas a ver una obra de teatro – y no soy exigente, me vale una cualquiera – y disfrutar del exquisito gusto que provoca una buena representación. Unos actores sublimes, cuyas historias se entrelazarán y provocarán esa magia que sólo tiene un escenario, que jamás tendrá una pantalla de cine.

Idealizar una ciudad con tus palabras es esa sensación que no se siente todos los días. La sensación no es siempre la misma, pero sigue siendo maravillosa. Sin embargo, los mejores versos y la mejor prosa se te ocurren estando allí, y a veces vamos con tanta prisa que no nos damos tiempo para escribir allí mismo. Instantes, quiero instantes grabados en mi retina, quiero imágenes ante mis ojos y quiero estar de nuevo allí, ver anochecer, quiero ver la Cibeles de noche, y sacarla a bailar un vals, por ti, mamá. Dormir, a la sombra de un león de esa fuente, y ver las luces encenderse lentamente, en una ciudad que nunca duerme.

Querida Madrid, déjame ser un poco tuya, y sé un poco mía, aunque en ti yo ya no viva. Déjame sentirte un poco más aquí dentro y un poco menos allí lejos. Déjame hacerte magia, y déjame ser escritora en tus calles llenas de gente. Déjame hacerte inolvidable, algo eterna, con mis letras...
jueves, 8 de agosto de 2013



Never give up.

No te rindas. Esa voz en el fondo de tu mente tiene razón, ¡Hazla caso de una vez! Te está diciendo que te levantes, que sigas adelante. Que nada pueda contigo, porque tú eres más fuerte que todo eso, más fuerte que todos ellos. ¿No la oyes? Yo la oigo. Es esa vocecilla a la que casi nunca hacemos caso, en nuestros peores momentos, pero que está ahí, con un 'No te rindas' susurrado (gritado) para hacerte sonreír, de nuevo.

El mundo puede ponerse en tu contra, puede echársete encima, puede querer molerte a palos y puede intentar saltarte a la yugular para desgarrártela, pero tus armas son más poderosas que las de ningún mal. Recoge esos pedazos de corazón roto, reconstruye tus sueños destrozados, levanta la barbilla.

No hace falta ser princesa o príncipe, la sangre azul que yo llevo es la de mi bolígrafo Bic, inagotable,que ha relatado mis historias más tristes y mis poesías más bonitas. Es momento de que alguien te diga – y no dudes en que, si no hay nadie, te lo diré yo – lo genial que eres. 

Esta historia todavía no se ha terminado. Vamos a quitarnos las máscaras de teatro y vamos a actuar siendo nosotros mismos, pero vamos a ser cazadores y cazadoras, en vez de presas. 

Escríbetelo en un post-it, en una libreta, sobre la piel. Dale voz a ese grito silencioso que te dice que todavía puedes, que sabrás levantarte y que serás el más hermoso Fénix que se haya visto resurgir. Porque, donde el fuego te ha hecho pedazos, siempre quedan cenizas, y un Fénix siempre resurge de sus cenizas.





Promesas.

Creo que el mundo debería aprender a no hacer promesas de esas que nunca se cumplen. Todos hemos hecho, alguna vez, una de esas promesas, pero posiblemente nos ciegue el dolor al ver que nos han mentido y no podamos ver lo que nosotros no hicimos bien  en su momento.
Pero, ¿Para qué prometéis? No podéis cumplirlo. No vais a hacerlo, y lo sabéis.
Escriba lo que escriba sonará hipócrita esta vez, puesto que yo también he dicho que no haré daño, que no me iré. El problema es que cuando lo hice, me hicieron daño y se fueron. 

Entonces, la pequeña Primavera chocó contra el frío y duro Invierno, y éste la miró a los ojos, paralizándola. Ella bajó la mirada, pero no se apartó a tiempo. El hielo también quemaba,y a ella la quemó y chamuscó los pétalos tan bellos que la rodeaban. Cuando se apartó, su luz lucía de forma enfermiza, como si alguien hubiese regulado su intensidad y la estuviese bajando peligrosamente; las sombras querían invadirla. Ya no se sentía acogida, y por eso corrió.

"Correr es de cobardes" resonaba en su cabeza, pero no se detuvo. Cual alma que lleva el diablo, la dulce Primavera sólo quería escapar de todo. Las promesas de aquel Invierno rondaban por su cabeza, gritaban, y ella gritaba desde su silencioso dolor. Gritar en silencio siempre fue su especialidad, pues no quería a nadie molestar. 

En determinado momento, comenzó a sangrar, tinta, negra, aunque ella siempre prefirió la azul. La cálida Primavera sabía que era momento de cerrar ese libro y empezar el siguiente.

Ahora, ahora es el momento...
Déjalo ir.
martes, 6 de agosto de 2013



“He visto en ella”

He visto,
en el abismo de su sonrisa,
un pequeño punto roto que arreglar.

He visto,
en el fondo de su mirada,
un brillo de esperanza que alumbrar.

He visto, 
en la tesitura suave de su voz de poeta,
un verso que no se atrevía a saltar.

Pero, sobre todo,
he visto, 
en su perfecto todo que roza la nada,
la preciosa balanza entre el vivir y el amar.
lunes, 5 de agosto de 2013



“El médico me ha dicho...”

El médico me ha dicho que tome algo de esperanza,
para buscar la felicidad.
Me ha dicho también que débome de la sociedad apartar,
y que no me fíe de ninguna deidad.

El médico me ha dicho que no olvide relatar;
que mis sueños no debo abandonar.
Me ha dicho también que débome educar,
a base de buena literatura, poesía, y entre letras errar.

El médico me ha dicho que no me debo confiar,
que las gentes malvadas me intentarán atrapar.
Me ha dicho también que débome recordar,
que de entre todas las musas, pocas son de verdad.

El médico me ha dicho que escuche a los pájaros piar,
que ellos son del más sincero cantar.
Me ha dicho también que débome acunar,
entre las hojas infinitas de un gran e inventado arbolar. 

El médico me ha dicho que tome algo de esperanza,
algo de música, un poco de poesía,
que susurre mis propios versos cada día,
y que, entre musas, encuentre felicidad escrita.
domingo, 4 de agosto de 2013



Ella dormía desnuda.

Ella dormía desnuda, entre sábanas blancas, entre versos tristes, por si decidías volver. Con sus demonios bailando a los pies de la cama, con el Miedo acechándola desde el umbral de la puerta de su habitación, la cual se mantenía abierta, siempre. La Luz del rellano exterior parecía mantenerle lejos, mientras ella dormía. 

Quien la hubiese visto dormir sabía que su sueño, al principio, era tranquilo, cuando se sentía segura, protegida. Cuando había alguien que le brindaba esa seguridad. Pero más adelante, se volvía un dormir agitado, entremezclado con palabras musitadas en sueños y movimientos bruscos.

Así dormía ella. Pero dormía, cómo no, sola. ¡Ojalá pudiese hacerle alguien compañía! Sin embargo, eran sus peluches los que la vigilaban de cerca por las noches, inmóviles, sin poder ayudarla, sin poder hacer más que estar ahí. Ese gran perro negro al que ella se abrazaba, cual niña pequeña, imaginando que era su cuerpo. 

¿Cuántas veces había pedido que alguien la acompañase en su sueño?¿Que alguien la abrazase, la protegiese, la durmiese? Tantas noches con los cascos de música puestos, desnuda, mirando al techo, dejando que las palabras más tristes brotasen desde un ritmo de rap hasta su corazón, sin poner resistencia al dolor.

Quizá esté esperando, a algo, a alguien, quién sabe.
Pero ella dormía desnuda, esperándote.
viernes, 2 de agosto de 2013



“Supongo que me has decepcionado."

Ese teatro abandonado está hecho para albergar las más bonitas y tristes bistorias. Infinitos relatos guardados entre las rojas – aunque descoloridas – butacas... ¿Puedes recordarlo? Los aviones de papel y aquel vestido blanco, veraniego, traen recuerdos. Tal vez para ti ni siquiera ocupe espacio entre tus pensamientos.

Sin embargo, yo, que vivo entre recuerdos cuando las personas fallan, tengo en alta estima esta imagen de ese escenario de madera. Ese lugar imaginario resulta tan mágico que creé para una noche de oscuridad, fría, resulta tan perfectamente apropiada para invitar a entrar en él a una nueva musa.

¿Sabes cómo de difícil resulta esta decisión para mí? Supongo que no. En mi pequeño santuario no puedo dejar entrar a cualquiera – aunque tú has demostrado ser tan poco digno de haberlo visitado... –  y por desgracia con el tiempo he aprendido a guardar un poco los sentimientos dentro de mi enamoradizo corazón para evitar que me lo rompan.

No quiero dejar de ser la pequeña e ingenua escritora de la que dijeron enamorarse más de uno, no quiero dejar de ser yo. Prometí (y hay personas a las cuales no puedes defraudar) que no dejaría que la sociedad me cambiase.

¿Cómo he llegado hasta la sociedad, habiendo empezado hablando de aquel teatro abandonado?

Supongo que una respuesta lógica (tal vez sólo para mí) es que me has decepcionado.
jueves, 1 de agosto de 2013



A veces, soy sólo yo.

A solas en mi habitación, el ordenador apagado y la cama deshecha, cubierta de ropa, todo hecho un desastre, y yo sólo sé preguntarme el por qué de todo, el por qué de mis pérdidas y el por qué de mis ganancias. Y, sin embargo, no aguanto mucho rato ahí tendida en la cama, a ratos hecha un ovillo, abrazando a un peluche como si quisiese volver a mi tierna infancia. 

Tomando una decisión, he encendido el estéreo y he puesto el disco de Phil Collins played by the Philharmonic Orchestra. No puedo dudar más y lo sé, y mientras la música va invadiendo mi habitación al pulsar el play, cada vez estoy algo más segura de mi misma.

No, no soy alguien débil; puede parecerlo, desde fuera, puedo simularlo, pero tal vez todo sea únicamente una máscara más. Sé que nada es infinito – y sí, esto es un cambio radical de tema – y sé que tengo que empezar a asumirlo. 

¿Desde cuándo me rindo yo? No he dejado que nada me tumbe, no del todo, no he permitido que nada ni nadie me hunda del todo. Siempre he sido más de aguantar tempestades cual pequeña flor que no se deja arrastrar por el viento de la pradera. No fui, ni soy, ni seré – por muy típico que suene – como los demás. 


Y, a veces, soy sólo yo. 


Mamá, te prometí que nada ni nadie podría conmigo, y aquí me tienes, luchando contra el mundo, o tal vez sólo sea mi forma de verlo; no sé si aprobarías mi forma de pelear, todo lo que hago, pero te juro que me estoy esforzando como nunca antes, aunque muchas veces falle. Y tu sonrisa todavía está ahí, y cada vez que salgo a la calle te veo, y cuando abro la puerta te oigo, y cuando abro el armario te huelo, y... 
Todavía (y para siempre) te quiero.
 

Plantilla hecha por Living a Book.